Comprometido con la inclusión de jóvenes al mundo laboral, tanto de Caleta Córdova como de Km. 8, César Viegas ha emprendido un proyecto de pesca artesanal junto a un grupo de colaboradores, que intenta sumar mano de obra para aprender y desarrollar una actividad que de hecho, en una histórica barriada portuaria, va perdiendo su esencia principal en el contacto directo con el mar.
Afianzando un antiguo programa que junto a su esposa presentaron al establecimiento educativo del barrio, la posibilidad de contar con algunos elementos imprescindibles para el desarrollo real de pesca, más allá de las charlas y explicaciones sobre las maneras y formas de hacerse a la mar, estados del tiempo o de mareas para internarse en las aguas, la práctica real ha sumado interés entre un grupo de jóvenes que no sólo van aprendiendo lo teórico sino que, además, “cosechan” su propio esfuerzo.
Aún sin contar con los espacios adecuados pero aprovechando instalaciones propias y el patio de su propiedad, frente a la costa central de Caleta Córdova a sólo unos metros del muelle de bajamar, se van haciendo talleres sobre armados de redes, con materiales reciclados -lo que abarata considerablemente los costos de equipos nuevos- o se aprende, practicando de manera real, con trampas para pulpos o centollas, lo que va integrando un conocimiento para fomentar las artes de pesca.
Precisamente y en una barriada que creció junto al mar, con un muelle de flota amarilla con sólo cinco permisos de pesca que ya ni siquiera se encuentran en la zona, Viegas va recordando y reafirmando la cultura marina tradicional, que fuera aprendida de su padre y de su abuelo, reforzándola con enseñanza de conocimiento “que permitirán, a un grupo de jóvenes que no tienen las posibilidades laborales de otros muchachos, conocer un verdadero oficio que permite el consumo de frutos frescos o para futuros emprendimientos.
La visita que realizó un equipo de Diario Crónica coincidió con una tarea que, pese a lo antigua, prácticamente ya no se observa en la costa y que de hecho, concitó el interés de circunstanciales visitantes, observando cómo se desliza un bote en el mar, como se despliega una red, mientras se va dirigiendo la embarcación con los remos, y como se cierra el operativo con la red lanzada en media luna y como se la recupera.
Y ese recupero de red “siempre nos trae algo, cornalitos como en este caso -señala Viegas orgulloso de la pesca que logró su equipo-, peces algo mayores en otras oportunidades y en el peor de los casos, la enseñanza de cómo se trabaja en y con el mar, en la búsqueda de un fruto que si no llega en una tirada, vendrá en la próxima”.
De esta manera, con un grupo de hombres que no le quitan el cuerpo a la intención de aprender y de buscar una manera diferente de ocupar sus horas de ocio, con un lucro visible que se llevan a casa o que pudiera comercializarse, la familia Viegas se une en un intento que va más allá de los intereses propios, sino que busca compartir conocimientos y formar “trabajadores de mar” que sepan cómo y de qué manera interactuar con lo que tenemos enfrente de nuestra ciudad, para aprender a vivir.