La Comisión Ballenera Internacional (CBI) rechazó la creación de un santuario en el Atlántico para proteger a las ballenas, propuesto por países del hemisferio sur, entre ellos Argentina, Brasil y Uruguay. La iniciativa, que necesitaba el 75% de los votos para ser adoptada, recibió 38 votos a favor y 24 en contra en la 66 reunión de la CBI realizada en Portoroz, Eslovenia. Japón, Noruega e Islandia lideraron la oposición a la medida, que ya había sido rechazada en años anteriores.
Además de la Argentina, Brasil y Uruguay, la propuesta había sido presentada por Gabón y Sudáfrica, todos países con inversiones turísticas vinculadas al avistamiento de ballenas. Y era apoyada por varias ONG, como Greenpeace, Fundación Vida Silvestre (WWF) y la fundación SOS Mata Atlántica.
El santuario
“A pesar de que la mayoría de los países y la opinión pública general creen que un santuario es la mejor forma de proteger a las ballenas, una vez más nos hemos sentido frustrados en la reunión de la CBI”, comentó John Frizell, experto en cetáceos de Greenpeace.
La idea consistía en crear un santuario de 20 millones de kilómetros cuadrados para especies de ballenas amenazadas de extinción por la caza masiva destinada a la explotación de su carne y su grasa a lo largo del siglo XX.
La iniciativa se presentó por primera vez en 2001 y desde entonces ha sido regularmente rechazada en las reuniones de la CBI.
Según el texto de la propuesta rechazada, la creación de un santuario hubiese promovido “la biodiversidad, la conservación y la utilización no letal de los recursos balleneros en el océano Atlántico Sur”.
Caza “científica”
Los países que la defienden aseguran que un 71% de los tres millones de ballenas cazadas en el mundo entre 1900 y 1999 lo fueron en aguas del hemisferio sur.
Cachalotes y ballenas de aleta, azules, jorobadas y enanas fueron las especies más afectadas, según los promotores de la iniciativa.
Se estima que el avistamiento de ballenas es una industria que genera 2.000 millones de dólares por año y empleos para 13.000 personas en distintas partes del mundo.
Varias de esas poblaciones apenas se están recuperando gracias a la prohibición mundial impuesta hace 30 años de la caza comercial de ballenas, que sin embargo contempla excepciones.
A pesar de la prohibición, Japón determinó cuotas propias de caza “científica” y Noruega e Islandia practican cazas comerciales “excepcionales”. De hecho, en 2014 la Corte Internacional de Justicia de La Haya determinó que Japón había abusado de la “caza científica”.
Desde 1985, según los últimos datos de CBI, se capturaron 16.235 ballenas “con fines científicos”, 24.381 por intereses comerciales y 10.139 fueron abatidas con licencias de caza aborigen de subsistencia, concedidas a comunidades tradicionales de Norteamérica, Rusia, Groenlandia y las islas caribeñas de San Vicente y las Granadinas.
